Por Carlos Carcamo - Equipo Jurídico Revista Digital
Desde la llegada a Latinoamérica del Coronavirus y la posterior declaración de emergencia sanitaria por parte de los distintos países de la región, se ha acentuado de forma más vertical la noción del presidencialismo. Es decir, se ha engrandecido la figura presidencial en detrimento de la separación de poderes y del sistema de pesos y contra pesos de cada país. Lo cual puede desencadenar en abuso del poder. Se utiliza la democracia como un mero camuflaje.
Es entonces el presidencialismo, frente al concepto clásico de Régimen Presidencial, una aplicación deformada del mismo en el cual encontramos un parlamento o congreso con poderes debilitados, por la declaratoria de emergencia sanitaria donde asumió súper poderes “dentro del marco constitucional” para mitigar la situación, al presidente. Una de las características principales del sistema presidencialista es que la balanza se inclina más del lado de la democracia que hacia las instituciones, siendo las elecciones la base del poder. En donde el jefe de estado es elegido de forma directa, algo muy común en Latinoamérica.
Esto además viene acompañado de dos factores sociales; el primero tiene que ver con el paternalismo político, es decir las personas idealizan la imagen de alguien que los va a salvar, como cuando en campaña presidencial se afirmaba “DUQUE ES EL QUES”; el segundo factor que incide son las condiciones personales del candidato, incluso esto puede llegar a ser más importante que sus propias propuestas presidenciales, es decir la capacidad de captar el voto. Mostrarse juvenil, tocar la guitarra, hacer la 21 con un balón o nombrar una que otra banda rock, atrae más a los votantes que hablar de su propio programa electoral. Lo anterior demuestra el bajo nivel de escolaridad que a groso modo se puede ver en el país y que nos movemos más por pasiones que por razones.
Desde que inició su presidencia Iván Duque, ha sido cuestionado por su falta de liderazgo, su nula experiencia en lo público y por el nombramiento de cuestionados personajes dentro de su gabinete como ministros o por sus notables escándalos que le acompañan; además de estar a la sombra de uno de los fenómenos políticos más cuestionados e influyentes de la historia colombiana como lo es Álvaro Uribe Vélez, por el cual lo tildan de títere. La falta de empatía con la sociedad colombiana parece ser el lema de su administración.
A finales de 2019, sería uno de los presidentes Latinoamericanos con peor imagen. Desempleo en ascenso y la sombra de la poca intervención para solucionar los asesinatos sistemáticos de líderes sociales serian la causa de esto.
Desde la declaratoria de emergencia sanitaria exactamente el 17 de marzo de la presente anualidad, el Coronavirus llegó como un bálsamo a su administración, ya que le ha permitido ostentar el poder de forma directa, como si fuera un Rey o súper presidente, sin tener que acudir al congreso e incluso asumir algunos poderes propios del Legislativo. En pocas palabras nos están gobernado a dedo y no nos estamos dando cuenta. Aquí es donde sale a relucir la teoría del hiperpresidencialismo. El presidente Iván Duque está concentrando el poder en el a través de decretos de emergencia y por montones, parece una impresora láser a toda velocidad. Nombramientos de personajes extraños, Contratos a dedo para “mitigar” la pandemia y quien sabe que otras cosas más.
El consejo de Estado al ser el órgano encargado de ejercer el control de constitucionalidad de los decretos, debería hacer un llamado de atención al presidente de la Republica ya que probablemente se estaría abusando de los poderes otorgados por la Constitución.
Sin duda estamos frente a un súper presidente todo poderoso, solo falta ver si su lucha es a favor o en contra de la justicia, juzgue usted mismo.
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